De asesinos y cómplices

En vísperas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y con noticias en el candelero como la de ‘La Manada’, los debates se han multiplicado en medios y redes.

Respecto a la abominable violación en grupo, dejando al margen las diferentes opiniones, queda patente que hay hombres que encuentran placer sólo cuando actúan en grupo, unidos. Su inseguridad personal y su sexualidad perversa caminan por esta línea. Pero necesitan a una mujer, por supuesto cosificada, porque en su imaginario y en la educación que han recibido la homofobia es bandera y ellos tienen que demostrar que son muy machos.

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Aunque realmente lo que me sigue sorprendiendo es que en muchas ocasiones las críticas y el problema que padecen miles de mujeres se reduzca a lo que acontece en la esfera familiar, o en países que se encuentran a océanos de distancia. Gravísimo error. La violencia de género se extiende a todos los ámbitos, habla cualquier idioma y no distingue el color de la piel. Está en todas partes y se manifiesta con agresiones físicas, verbales, sexuales, psicológicas y, por supuesto, socioeconómicas.

Es una epidemia que asola a todos los continentes sin excepción. Observen lo que sucede en el entorno occidental y europeo en el que nos movemos, el espejo en el que nos miramos. La imagen devuelve a 62 millones de mujeres víctimas de violencia en toda Europa, la mitad de la población femenina mayor de 15 años. Impresionante.

No conozco a una sola mujer, ni a una sola, a la que de alguna forma a lo largo de su vida, no la hayan llevado a donde no quería ir, no le hayan hecho comentarios obscenos que no quería escuchar o no la hayan tocado e invadido su espacio vital sin su consentimiento

Si vamos reduciendo el enfoque y pasamos la lupa por España, comprobamos que a pesar de los cambios, esta sociedad hipócrita y machista sólo este año ha parido a 44 asesinos, a los que hay que sumar más de 120.000 potenciales según las denuncias presentadas. Y para que terminen de ponerse los pelos de punta, una mujer es violada cada 8 horas en nuestro país, según datos del Ministerio del Interior.

Lo triste es que esto no debe sorprendernos tanto. No conozco a una sola mujer, ni a una sola, a la que de alguna forma a lo largo de su vida, no la hayan llevado a donde no quería ir, no le hayan hecho comentarios obscenos que no quería escuchar o no la hayan tocado e invadido su espacio vital sin su consentimiento. Y mucho ojo si se han quejado cuando les ha sucedido, sobre todo en el ámbito laboral, porque desde ese momento se han convertido en estrechas amargadas, en el mejor de los casos. Lo normal es que hayan recibido insultos, desprecios a su físico y ofensas a quién es y cómo piensa.

Y no caigamos en la trampa de pensar que los estereotipos sirven de contrario y que podemos identificar al enemigo. No huelen a alcohol ni su aspecto es desaliñado, No verás tatuajes desdibujados en sus brazos ni el rostro arrebatado por la furia. No siempre.

Estamos en los comienzos de una revolución social liderada por mujeres que pretende poner entre rejas a todos estos indeseables

Están en todas partes. Se esconden detrás de una toga, de un escaño parlamentario o un atril de la universidad. Te observan desde lo alto de un andamio o desde el despacho ejecutivo de una compañía pública o privada.

Así que lo que nos queda es seguir el camino de denuncia y solidaridad que hemos iniciado. Estamos en los comienzos de una revolución social liderada por mujeres que pretende poner entre rejas a todos estos indeseables. El mismo lugar en el que deberían estar los testigos que callan, porque se convierten en cómplices necesarios. Centrar nuestros esfuerzos en educar en igualdad, pues ahí radica la verdadera solución a esta lacra. Y luchar hasta el final, hasta que no tengamos que reivindicar la dignidad y la libertad que ya nos corresponde como seres humanos. No dar nunca la vuelta, aunque sean muchos. Con fuerza. Y quedar claro que como decía Minerva Mirabal antes de ser asesinada junto a sus hermanas por el dictador dominicano Trujillo, “Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.

Candelaria Carrera